miércoles, 15 de noviembre de 2006

Otoño


Desde el claustro simbólico que es mi oficina podía ver miles de hojitas desvaneciéndose de los árboles, cubriendo la alfombra verde de la que afortunadamente está tapizada la mayoría de mi escuela. La vista sugería una exquisita lluvia café crocante, como esas que suceden en las películas otoñales. Me dieron unas tremendas ganas de correr entre las hojas cayéndose con los brazos extendidos hacia el cielo (otra vez, una necesidad nacida la clásica imagen que exponen esas movies de otoño-felicidad-hojas). Después mi ansiedad se vio satisfecha por una chica que iba pasando justo en ese momento y que realizó exactamente la acción que giraba en mi cabeza, ja! fue chido.

Comienza a hacer frío. Ha sido interesante el tener que moverme por mis propios medios de motrices, sin tener que depender del estruendoso aparato motorizado. Aunque tengo que reconocer que ha nacido en mí cierto sentimiento de limitación, de estancamiento, de no poder. Que mal pedo! darse cuenta de que se ha desarrollado de cierta manera una subordinación enfermiza a una máquina. Habrá que reconfigurar algunos hábitos, aunque sea manera utópica.

Hoy, el aliento del orden respira en mi oído, ya casi lo puedo tocar. Sólo se necesitan más crayolas y más post its. También espero que muy próximamente ese espacio cervical de mi cuerpo pueda librarse de la camisa de fuerza, recupere movilidad y la vista panorámica que tenía. Y talvez varios sí debiéramos hacernos una limpia en varios aspectos.

Mañana iré a que despedacen mi forma de escribir. Está chido, no todos tienen porque comprender la forma abstracta compleja de imágenes verbales semi-articuladas que a veces se me escapan. Ni pedo, aún así yo no creo que escriba barrocamente. Es un simple dejar grietas para que el lector las resane con lo traiga dentro.


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