martes, 28 de noviembre de 2006

Uno muy bueno de Calvino

(de Tania en Barcelona)


Bajé de la acera, di unos pasos hacia atrás mirando para arriba y, al llegar a la mitad de la calzada, me llevé las manos a la boca, como un megáfono, y grité hacia los últimos pisos del edificio:
-¡Teresa!
Mi sombra se espantó de la luna y se acurrucó entre mis pies.
Pasó alguien. Yo llamé otra vez:
-¡Teresa!
El hombre se acercó, dijo:
-Si no grita más fuerte no le oirá. Probemos los dos. Cuento hasta tres, a la de tres atacamos juntos. -Y dijo-: Uno, dos, tres. -Y juntos gritamos-: ¡Tereeesaaa!
Pasó un grupo de amigos, que volvían del teatro o del café, y nos vieron llamando. Dijeron:
-Ale, también nosotros ayudamos.
Y también ellos se plantaron en mitad de la calle y el de antes decía uno, dos, tres y entonces todos en coro gritábamos:
-¡Tereeesaaa!
Pasó alguien más y se nos unió, al cabo de un cuarto de hora nos habíamos reunido unos cuantos, casi unos veinte. Y de vez en cuando llegaba alguien nuevo.
Ponernos de acuerdo para gritar bien, todos juntos, no fue fácil. Había siempre alguien que empezaba antes del tres o que tardaba demasiado, pero al final conseguíamos algo bien hecho. Convinimos en que "Te" debía decirse bajo y largo, "re" agudo y largo, "sa" bajo y breve. Salía muy bien. Y de vez en cuando alguna discusión porque alguien desentonaba.
Ya empezábamos a estar bien coordinados cuando uno que, a juzgar por la voz, debía de tener la cara de pecas, preguntó:
-Pero ¿está seguro de que está en casa?
-Yo no -respondí.
-Mal asunto -dijo otro-. ¿Se había olvidado la llave, verdad?
-No es ese el caso -dije-, la llave la tengo.
-Entonces -me preguntaron-, ¿por qué no sube?
-Pero si yo no vivo aquí -contesté-. Vivo al otro lado de la ciudad.
-Entonces, disculpe la curiosidad -dijo circunspecto el de la voz llena de pecas-, ¿quién vive aquí?
-No sabría decirlo -dije.
Alrededor hubo un cierto descontento.
-¿Se puede saber entonces -preguntó uno con la voz llena de dientes- por que llama a Teresa desde aquí abajo.
-Si es por mí -respondí-, podemos gritar también con otro nombre, o en otro lugar. Para lo que cuesta.
Los otros se quedaron un poco mortificados.
¿Por casualidad no habrá querido gastarnos una broma? -preguntó el de las pecas, suspicaz.
¿Y qué? -dije resentido y me volví hacia los otros buscando una garantía de mis intenciones.
Los otros guardaron silencio, mostrando que no habían recogido la insinuación.
Hubo un momento de malestar.
-Veamos -dijo uno, conciliador-. Podemos llamar a Teresa una vez más y nos vamos a casa.
Y una vez más fue el "uno dos tres ¡Teresa!", pero no salió tan bien. Después nos separamos, unos se fueron por un lado, otros por el otro.
Ya había doblado las esquina de la plaza, cuando me pareció escuchar una vez más una voz que gritaba:
-¡Tee-reee-sa!
Alguien seguía llamando, obstinado.


El hombre que llamaba a Teresa
Italo Calvino

martes, 21 de noviembre de 2006

Por el camino amarillo

Debido a la magia de las no casualidades y de las muchas probabilidades que la señora vida provee, he tenido la fortuna de encontrarme a lo largo del recorrido del camino amarillo a seres atípicos que me han transformado y que en su momento, me ayudaron a percibir la realidad tras la cortina que oculta al mago de Oz.

Hoy quiero evocar específicamente al León que a pesar de sus inseguridades y de no creerse su gran valor cuantificado en brillantez y genialidad de pronto tuvo tantos amigos que ya no supo que hacer con ellos. Al Espanta-pájaros que aunque continuamente trate de localizar a su cerebro reflejado en la comprensión de los demás, las ideas extravagantemente disléxicas que emanan de este son únicas y están destinadas a romper paradigmas. Y finalmente al Hombre de Hojalata que talvez ahora esté teniendo dificultades para amoldar y acomodar a su intenso corazón, pero que finalmente es uno de los más grandes y hermosos que conozco.

Muchas gracias por hacer del camino amarillo un lugar más mágico…

miércoles, 15 de noviembre de 2006

Otoño


Desde el claustro simbólico que es mi oficina podía ver miles de hojitas desvaneciéndose de los árboles, cubriendo la alfombra verde de la que afortunadamente está tapizada la mayoría de mi escuela. La vista sugería una exquisita lluvia café crocante, como esas que suceden en las películas otoñales. Me dieron unas tremendas ganas de correr entre las hojas cayéndose con los brazos extendidos hacia el cielo (otra vez, una necesidad nacida la clásica imagen que exponen esas movies de otoño-felicidad-hojas). Después mi ansiedad se vio satisfecha por una chica que iba pasando justo en ese momento y que realizó exactamente la acción que giraba en mi cabeza, ja! fue chido.

Comienza a hacer frío. Ha sido interesante el tener que moverme por mis propios medios de motrices, sin tener que depender del estruendoso aparato motorizado. Aunque tengo que reconocer que ha nacido en mí cierto sentimiento de limitación, de estancamiento, de no poder. Que mal pedo! darse cuenta de que se ha desarrollado de cierta manera una subordinación enfermiza a una máquina. Habrá que reconfigurar algunos hábitos, aunque sea manera utópica.

Hoy, el aliento del orden respira en mi oído, ya casi lo puedo tocar. Sólo se necesitan más crayolas y más post its. También espero que muy próximamente ese espacio cervical de mi cuerpo pueda librarse de la camisa de fuerza, recupere movilidad y la vista panorámica que tenía. Y talvez varios sí debiéramos hacernos una limpia en varios aspectos.

Mañana iré a que despedacen mi forma de escribir. Está chido, no todos tienen porque comprender la forma abstracta compleja de imágenes verbales semi-articuladas que a veces se me escapan. Ni pedo, aún así yo no creo que escriba barrocamente. Es un simple dejar grietas para que el lector las resane con lo traiga dentro.


:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

domingo, 5 de noviembre de 2006

Impacto


Detonante del percatarse...
Cómo voy?
A dónde y para qué.

viernes, 3 de noviembre de 2006

Simplemente verde

Cada vez estoy más convencida de las simplezas de la vida que regeneran lo delicioso de la existencia. Marga le llamaría: un momento de ociosidad.

A pesar de ser eso que se denomina cuando uno llega a irrumpir en espacios que no son precisamente a los que se acude habitualmente <>, Gustavo, Gerardo y Cándido, nos compartieron parte de su vida y sus ricos tacos de papa y frijoles. Así hay gente, aunque lleves unos minutos de conocerla puedes entablar una calurosa conversación en un ambiente de viejos amigos. Se trata de lo simple, de las cosas y de las personas tal y como son, sin ninguna necesidad de pretender o de conseguir nada. Simplemente como son.

Hoy a pesar de los atropellos caóticos que me envuelven últimamente logre sentirme así. Simplemente bien.

Encuentro

Su nombre está borrándose de la lápida –dije--, acaso cuando este sea ilegible y nadie la recuerde… ¿será como si nunca hubiese existido?
No --me contestó--, porque de cierta forma todo lo que vivió y lo que hizo, influyó de alguna manera para que el mundo sea como es… a tal grado que tú y yo, hoy estamos aquí. Sigue haciendo historia…

Como si su sepultura hubiese estado revestida de una película imantada, llegué casi mecánicamente a su encuentro. Baudelia. Realmente mi corazón comenzó a pulsar más rápido de lo acostumbrado cuando después de un año me encontré ahí nuevamente, con todo lo que yo era y con todo lo que ella ya no era desde hacía 7 años y que nunca conoceré. ¿Por qué ella y no cualquier otra persona? Por qué nosotros dos, extraños, frente a ella en una helada noche de noviembre, en una fría noche del día de muertos… Talvez debe de ir en busca de los ecos de su existencia.

miércoles, 1 de noviembre de 2006

Con eso de la contaminación visual


Noté la mano Izquierda de Denis moviéndose rítmicamente al escribir la estrofa de números que conformaban sus teléfonos móviles. Es zurdo claro. Recordé la connotación especial para mí, que posee esa manifestación natural motriz en algunas personas. Es especial pensé. Su nariz ligeramente alineada hacia un lado más que el otro me hizo sonreír hacia dentro. Aunque era demasiado formal y rayado para una voz que presumía una liviandad chida propia de las personas excéntricas, supongo que cuando trabajas en la versión de Gringots hecha prensa tienes que vestir para la ocasión. Es raro contestar preguntas, cuando en realidad se está demasiado acostumbrado a hacerlas.

Hoy fui a la escuela con alas y casi volé un par de veces. Aunque la flor, la taza de café y el perico, hacen que me resuene en la cabeza las personas raras que hay a veces.