miércoles, 31 de octubre de 2007

Rebelión


Terminó de leer esa nota de Poniatowska, sobre los que mataron por creer que podían cambiar el mundo, y dejó el periódico de lado. Su mirada se perdió entre el blanco de la pared, mientras esa sucesión de imágenes que bombardeaban su cerebro le hacían abrir aún más los ojos. Y llegó a sus oídos esa voz que rezaba que las utopías nunca dejarían de ser sólo eso. Ni siquiera sabía muy bien por qué, pero a pesar de todo, una extraña energía de rebelión la circundaba y le daba impulso para mover los pies más rápido. Un fuego rutilante le ardía en la conciencia y no la dejaría en paz si se quedaba dentro de la pasividad embelesadora a que la invitaba el sistema compacto en el que el mundo líquido transcurre.

Entonces las imágenes de sangre derramada por la lucha se transformaron en ellos, en sus camaradas que alzan la voz para gestar un plan de movilidad inteligente y así volverse a apropiar de las calles de su ciudad. En ellos, que propagan la voz conciente y activa a través de su música, a través del arte. En los que se levantan, en los que construyen, en los que resisten, en los que no se conforman y trabajan de alguna forma para mejorar y transformar su entorno.

Ya no le quedaba duda hacia donde tenía que dirigir sus pasos. Tenía algo de miedo no lo podía negar, pero su corazón renovado de inspiración le susurraba que no era una locura. Así, encendió una luz y continuó caminando…

miércoles, 17 de octubre de 2007

lugar para pensar


Como Cipriano Algor, tengo un lugar donde ir a pensar. Pero no es un banco de piedra, ni tampoco es un hermoso sillón naranja como el de la fotografía. En realidad es una gran caja de herramientas que antes estaba montada en una camioneta, pero ahora se aloja en el patio trasero de mi casa. Ciertamente no es un lugar muy inspirador, pero es cómodo y privado y cumple muy bien su función para dejar circular los pensamientos.

En ese lugar mi cabeza suele desbordarse. Miro hacia arriba y enfoco los alambres que sirven para colgar la ropa, es entonces cuando las ideas se deslizan y se confrontan, y los sentimientos se exacerban a causa del estado de melancolía que mi cuerpo reproduce en su postura reflexiva. Y esas suaves notas que aterrizan desde el otro lado de la pared, enmarcan el cuadro de la persona que está pensando y mira hacia arriba.

Es en ese lugar donde creo que es posible. Es en ese lugar donde me derroto y siento que no puedo seguir. Es en ese lugar donde extraño, tanto que el vacío me deja inmóvil. Es en ese lugar donde agradezco por las fantásticas personas que me suceden. Ahí mi cuerpo se motiva y gira bailando la canción de la mañana. Ahí mi conciencia se eleva y despide los rastros luminosos que me harán seguir por el camino correcto.

Ciertamente no es un lugar muy inspirador pero creo que algún día lo voy a extrañar.

lunes, 8 de octubre de 2007

Papara-papa, Eueo


Entonces no tenía con quien ir. Ya me iba agüitar y quedarme en mi casita viendo videos o haciendo cualquier cosa que me entretuviera y entrara en los estándares del ocio didáctico, cuando dije: --nel, me lanzo al concierto de los tacubos--.

Me fui dos horas antes por eso de los lugares. Reconozco que le saqué a estar en el ruedo porque el slam me inspira algo de fobia, y dada mi condición solitaria preferí tener mi espacio "pseudo" delimitado dentro de la barrera. Así que iba a permanecer dos horas en una fila para que no me tocara un lugar tan pitero. Pero para el aburrimiento llevaba a Saramago. Y mi hermana me dijo: --Para qué te llevas un libro si vas a estar “socializando” con las personas que te encuentres ahí--. Pues si, pero el libro era un muy buen compañero por si la plática no resultaba, se ponía tediosa o sólo me aburriera de ver gente.

Aunque si, lo interesante de ir solo a cualquier lugar es que es mucho, mucho más factible que conozcas gente, que si vas al menos con otra persona. Pero el libro era como un comodín por si no me daban ganas.

Ja, aunque me resultó un poco al revés. Uno de unos muchachos de prepa, que estaban atrás de mí y que yo había salvado permanecer horas en la fila errónea, se puso a leer mi libro, sobre mi hombro, y después de que lo volteara a ver de forma extraña devino la conversación sobre porqué me ponía a leer en la fila para entrar a un concierto de rock.

Bueno, al final me la pasé con estos adolescentes de 16 en el Toquín, pero y qué! Si me hubiera detenido antes a pensarlo, no me hubiera encantado la idea por eso de sentirme “grande”, pero rompiendo con mis paradigmas: hubo buena conversación de espera, me apartaron un lugar chido desde donde se veía muy bien, incluso me cuidaron en el slam improvisado que se armó en el pasillo, y hasta coreamos juntos “La Ingrata”.

Entonces estuvo poca madre el concierto de los tacuba.

jueves, 4 de octubre de 2007

Genealogía


Hoy me comí una ofrenda (esas galletas típicas del día muertos) que mi bisabuela horneó. Degusté la galleta como algo muy especial. Tuve dos sentimientos al respecto. Por un lado se me hace sorprendente que esas manos sigan horneando, y por el otro me llegó ese sentimiento raro de las cosas que debería hacer y no hago, como rescatar de viva voz una parte de mi árbol genealógico. Y aunque mi bisabuela ya no es muy lúcida, porque ya casi no escucha y no ve, ella sigue sembrando, saliendo a la calle y horneando. De hecho no estoy muy segura que ella pueda saber quien soy, pero podría acompañar a mi abuela a visitarla, con ella también me hace falta pasar tiempo, aunque el otro día le ayudé a escoger un mantel psicodélico para su mesa de la cocina.