martes, 5 de octubre de 2010

Comida rápida para cocodrilos hambrientos


Hay aprendizajes básicos que necesitamos saber como chicas postmodernas e independientes que se hacen cargo de su alimentación.

Y como bien sabemos, la cocina es como la química, (una analogía que talvez te gustará… o no) hay ingredientes, componentes, mediciones, pizcas, procedimientos, tiempos de cocción, buenos olores, malabarismos con los sartenes y por supuesto paciencia y amor.
Pero como también lo sabemos perfectamente y conocemos nuestros límites, en dentro de nuestra apretada agenda de no morir en medio de la dinámica capitalista de mercado, salvar al mundo y descubrir la antimateria, no queda el tiempo suficiente que quisiéramos para ponernos un delantal sexy y dedicarnos al arte culinario. Sin embargo, tenemos que comer. Por lo tanto te daré algunas recomendaciones que me funcionan para balancear mis consumos calóricos y sobre otras cosas que no tienen que ver con comida pero son buenos consejos para las hermanas menores.

Ya sin tanto choro, pasaré a la receta de hoy que servirá para cumplir con la porción de carbohidratos, los cuáles son buenos para incluirlos dentro de tus comidas (en cantidades adecuadas), para eso de la energía y combustible para el cuerpo.

Primero, ve al super y escoge unos buenos espaguetis Barilla del no. 5 de 200 gramos, de los cuáles usaras las mitad que te alcanzará para dos días o para invitar a cenar a alguien (huuuuu). Después, por ahí por los espaguetis debe estar la salsa, igual Barilla. Puedes escoger arrabiata, al pesto, boloñesa, etc., todas son muy buenas pero escoge dependiendo de lo que se te antoje. A lo mejor salsas de otra marca te hacen ojitos, puedes experimentar pero con Barilla no hay pierde, son muy ricas y no tienen glutamato monosódico. Por cierto, a mí las salsas de Hunts de plano no me gustan.



Bueno ahora que ya tienes tus dos ingredientes básicos hay que disponerse a una rápida preparación. En una cacerola grande, yo creo la más grande que tengas, llénala con agua a la tercera parte. A esta agua le vas a echar un chorritito de aceite de oliva, tres hojas de laurel, un ajo, un cuarto o menos de cebolla (así el pedazo completo, no lo piques ni nada), y poquita sal. Listo, lo tapas, lo pones a fuego alto y esperas a que hierva. Sino tienes todos los ingredientes anteriores puedes poner a hervir el agua sola y también funciona, sólo que no olerá rico.

Mientras hierve puedes leer un buen libro, estudiar, o picarte los ojos, pero procura estar al pendiente de cuando comience a hervir. Ya que el agua está hirviendo (que le salen burbujitas) le echas la mitad de los espaguetis. Esperas a que se hagan medio aguaditos para que queden todos sumergidos y cuentas el tiempo de cocción. En el empaque de los espaguetis dice que lo dejes de 9 a 11 minutos, cuando sea este tiempo puedes sacar un espagueti (sóplale antes porque sino tu lengua sufrirá las consecuencias) y ver si ya se coció, te lo comes y si lo sientes medio duro de adentro (además se puede ver si está crudo de adentro) los dejas otro rato. Yo generalmente los dejo 15 minutos porque me gusta como quedan.

Ya que están cocidos, los vacías en un colador grande para quitarles el agua (como Amelie), les quitas la cebolla, las hojitas, el ajo y todo lo que no sea pasta. Ahora sirves la salsa, según la cantidad de espagueti, en una cacerola o sartén pequeño y lo calientas. Esto está de volada.

Ahora lo que resta es servir el espagueti y ponerle arriba la salsa. Con un poco de queso parmesano arriba queda de lujo. Listo, rico, rico, rico, y no te tardas nada. Ay ya hasta se me antojó. 


lunes, 20 de septiembre de 2010

Del escribir y la ballena

Siempre he considerado el escribir como algo muy terapéutico. Por eso cuando me cuestiono el por qué he dejado de escribir, para mi misma, surge la inevitable razón. Escribir significa confrontarme. Escribir significa el reflejo de lo que soy y lo que estoy viviendo. Por eso he sido tan cobarde en los últimos meses, porque tal vez no me iba gustar el resultado de mi ejercicio de escritura, además de que el músculo se me hizo cada vez más flácido que ahora cuesta muchísimo trabajo poder sostener el metafórico lápiz.

Pero cierto es también que cuando no escribo, para mi misma, siento que me pierdo, los momentos, las personas y las cosas se me pierden. Y luego por esta precisa razón suelo llegar a la conclusión que no he aprendido nada en esta vida. Y claro que he aprendido, sólo que se quedo en alguna vereda del subconciente. Por eso tengo la necesidad de guardarlo en una cajita, para mí y para quién quiera, el potaje de efectos y defectos está a la vista.

Por eso voy a dejar de escribir sobre el escribir, y mejor voy a escribir sobre las cosas que me acontecen y que quiero conservar en pequeños fractales que formen parte de la red de la nada y del todo. Bienvenidos de nueva cuenta lectores imaginarios, esto es sólo una bitácora personal en búsqueda del lograr ver completa a la ballena.

jueves, 25 de marzo de 2010

Tres pajaritos

Miro mis manos y pienso en lo que creo que soy y en lo quisiera llegar a ser. En la parte inferior de mi dedo índice de la mano izquierda se encuentran los restos ya casi invisibles de una quemadura de segundo grado generada por una sartén. Quién lo diría, yo en la cocina.

Pienso en las muchas cosas que quiero hacer y que siempre creí que no eran para mí. Como el compartir la vida voluntariamente con otra persona con miras a que sea por el resto de los días en este mundo. Esta situación me ha dado la oportunidad de dejar de fingir que soy muchas cosas. Siento que se ha acabado el tiempo de pretender que soy lista, cool y socialmente responsable.

Ahora seré más yo y menos chaquetas verbales, placebos mentales y libertad genérica. Sólo iré por ahí, danzando en un pie al tiempo que los fundamentalismos se resbalan por mis rodillas. Y también quiero volver a escribir.