lunes, 10 de noviembre de 2008

Corazón en llamas



Entonces el corazón me explotó. Se vació de lágrimas primero. Me duele el cariño chiquito, le dije, refiriéndome a la víscera palpitante que quería salirse del pecho y huir a donde no fuera sometida al torrente de conmociones provocadas por aquel ser animado de colores que lo estruja y acaricia. Y latía con fuerza al tiempo que se volvía demente, casi a apunto del colapso, pues se sentía muy amado y a la vez solo, quería poseer y a la vez dejar en libertad, permanecer pero a la vez emprender.

Esta vez, el corazón no lograba comprenderse. Siempre había podido explicar cada una de sus taquicardias. Pero ahora no entendía por qué llegaba girando cual hecatombe nuclear cimbrando todas las fibras de mi cuerpo y de paso las de aquel caballero andante que se iba a librar las batallas más feroces con los molinos de viento, los aviones de papel y los más sofisticados interiores de autos.

Ahora se quedará por aquí, tratando de hacer caber sus 117 latidos por minuto en un compás de cuatro tiempos. Y él volverá a colocar la mano sobre mi pecho y encontrará que las pulsaciones entonan un himno autónomo que deshace el credo convencional del amor para convertirlo en un exquisito vodka de pera.

3 comentarios:

Liwk dijo...

Patcho, que te he mandao quesos para que ya no estés triste, florreen.

Sr. Javier dijo...

No se que decir, pero te mando un abrazo.

Saludos

Jj dijo...

Tráeme un recuerdo de tu ruta
una lágrima de vidrio, una radio descompuesta
un proverbio de arrabal, un gramo de selenio o un misil
tráeme un solsticio de octubre entre tus manos

He andado por aquí mucho tiempo
más del que cabe en los dígitos del mundo
he colmado las esquinas con mi cara
las miradas me han cruzado el alma sin saberlo
estoy parado en la orilla de la ciudad
y no hay silueta de tu paso luminoso
sobre la carretera azulada de las seis de la mañana