
El círculo lunar era tan grande que no pudo evitar regatearme una larga inspiración seguida de una exhalación con mayor duración aún. Si alguien me hubiera explicado que de regreso sólo iba a hacer media hora de carretera definitivamente hubiera permanecido más tiempo. Pero la tarde se esfumó deliciosamente a ritmo vertiginoso. Querétaro cuota, 45 km. Era una conmoción ciertamente agradable sentir de frente el camino perdido hacia la noche y pisar el propulsor de velocidad, aunque otra parte de mí incitaba a la dirección contraria y a reclamar sólo unos minutos más de conversación. Sólo unos minutos más para atrapar mejor la esencia de cómo hacer la vida una poesía. Un instante más de resonancia ontológica, traducida corpóreamente en hermosos ojos, cabello ensortijado y voz pausada. Por ahí dicen que tengo el corazón en Nicaragua, pero al regresar esa noche juro que lo escuché tararear la letra de un guapango acompasado al beat cardiaco de una melodía psyko.
feliz encuentro
feliz encuentro